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Sorprendente y desafiante, se nos presenta la  obra de la artista Bernardita Vattier. Y es que el espectador inocente, se transforma de pronto en activo participe de su propuesta. Ya no se sitúa tras bambalinas, tímido y respetuoso. La amenaza de su frágil mundo se ve directamente tocada por la agria denuncia de la artista en su obra plástica: el caos en que vive, el ruido estridente y agobiador de las impacientes bocinas, las constantes llamadas de los signos del tránsito o de los lugares nocturnos, son protagonistas de este escabroso recorrido por las calles de las grandes metrópolis. 

El hombre se siente desvalido y Vattier se lo hace sentir. Por eso no duda en buscar los mejores medios plásticos para plasmar nuestra realidad en forma vívida, tal cual ella la percibe. Y su visión banco.gif (41800 bytes)globalizadora de la vida citadina contiene el mensaje universal del peligro que estamos viviendo: una loca carrera sin sentido que terminará por exterminar lo propiamente humano del hombre, para transformarlo en un burdo animal, sin Dios ni ley.

 De este modo, surge una obra que parte de la gráfica y escultura, para dar paso a la instalación. El minucioso gesto que todo lo ordena y calcula, para convertir el concepto en imagen plástica, se complementa particularmente con la idea que quiere transmitir: el observador se tornará en actor y no tendrá otra opción que involucrarse en su obra.

 Por otra parte, incorpora materiales de la industria contemporánea, combinándolos con el desarrollo tecnológico para dar forma real a su bagaje conceptual. De esta manera, el acrílico, el plástico, las ropas gastadas o vendajes intervenidos, así como los huesos y cabezas de vacas, se conjugan en un armonioso ritmo de objetos transformados por su mano y por el computador. Así utiliza también modernas técnicas de impresión para conseguir un edificio aplastante o extractos de una ciudad apocalíptica del siglo XXI.

 Su profundo análisis de nuestra realidad contemporánea, que la ha llevado de un énfasis ecologista a uno sociológico y antropológico, revela una introspección que reflexiona sobre los aspectos esenciales del hombre actual y el inconsecuente tipo de vida que lleva en la urbe. Es que - sin quererlo - hemos construido una ciudad aniquiladora que fomenta y coarta el progreso a la vez, sin medir las consecuencias que traerá para las futuras generaciones.

 Esta es la razón que motiva a Vattier a continuar con su denuncia, la cual - mediante el arte - podría llevarnos a una actitud más alerta y decidida frente a una realidad cada vez más disonante, que podría convertirse en la hekatómbe del mañana.

 

Bárbara Becker Gana
Lic. en Historia y Estética U.C.